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23 de julio de 2014

CORRER

Aún no ha salido el sol pero la tenue claridad del cielo anuncia que pronto lo hará. Corro descalza entre maizales, apartando las grandes y afiladas hojas con los brazos. Nadie me persigue pero estoy corriendo, corriendo sin parar.

Atravieso caminos de tierra y campos enteros. Trigales. Alamedas. Cultivos de girasoles. Matas de tabaco.

Algo se clava en mi pie izquierdo pero continúo incesante mi marcha. 

No existe lugar hacia el cual me dirija. No importa mi punto de partida ni el motivo por el que comencé a correr. Nada importa. Tan solo quiero correr, correr, correr, correr...

El sol se alza por encima de los árboles mostrando altivo su resplandeciente redondez. Clavo mi mirada en él. Escucho mi irregular respiración y el sonido que producen mis zancadas al pisar la hierba, la tierra y de nuevo la hierba. El brillo del sol me ciega. Cierro los ojos y continúa estando ahí, ha decidido alojarse en mis párpados. Ahora él me indicará el camino. Aprieto el paso.

Mis músculos están doloridos, mis pies sangran, los cortes de los brazos y las piernas escuecen, noto que algo me oprime el pecho y el aire no parece encontrar el camino hacia mis pulmones. Ya estoy cerca, muy cerca. Ya casi he llegado y ahora empiezo a sentirme más viva que nunca.

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